La importancia de los factores emocionales en el dolor crónico
El dolor es una respuesta adaptativa de nuestro organismo que nos indica que algo no va bien, de este modo, podemos identificar la causa y actuar de forma consecuente. El problema radica cuando este dolor ya no cumple su función pero continúa con nosotros de forma persistente, cronificándose e instalándose en nuestra vida, en muchos casos, produciendo un gran sufrimiento a la persona que lo padece y mermando de forma significativa su calidad de vida.
Todos entendemos perfectamente el componente biológico del dolor pero se nos pasa por alto la gran importancia que los factores emocionales y sociales tienen en su mantenimiento y cronificación.
En esta primera entrada sobre el dolor crónico, antes de pasar a explicar qué es y cómo se aborda desde la Piscología, me gustaría compartir con vosotros un documento escrito hace unos meses por una mujer que padece un dolor crónico en la zona lumbar, desde hace aproximadamente 3 años, para el que todavía los especialistas no han encontrado explicación ni tratamiento efectivo.
Ha querido compartirlo con nosotros para que podáis ver como se puede llegar a sentir una persona en esta situación. Le estoy enormemente agradecida porque muchas de estas personas son incomprendidas por su entorno, les cuelgan la etiqueta de “psicológico” cómo si esto careciera de importancia, generándoles mucha indefensión. El hecho de que un dolor tenga un componente psicógeno no quiere decir que el dolor sea imaginario o que la persona se lo esté inventado, es un dolor verdadero que puede llegar a producir mucha desesperanza. Lo correcto es darle una explicación adecuada de en qué se basa el diagnóstico para que pueda entender lo que este significa, cómo los factores emocionales pueden estar jugando, en su caso, un papel fundamental en cómo vive y sufre el dolor y pueda acudir en busca de ayuda especializada.
Es inaceptable que por criterios de exclusión o por criterios no psicológicos, sino biológicos o fisiológicos, se le diga a una persona que lo suyo es psicológico, sin más. Puede ser que el propio especialista carezca de recursos explicativos coherentes o deba afinar en sus métodos de indagación. Como profesionales deberíamos de reflexionar y ser conscientes del impacto que nuestras palabras pueden tener en nuestros pacientes. Un mismo diagnóstico dicho de forma diferente puede tener repercusiones muy distintas llegando a influir en la evolución y la recuperación del problema que se está tratando.
“Antes de comenzar esta historia, quiero dejar constancia que no soy escritora, ni siquiera creo que se me dé bien, de hecho no creo que nada se me dé bien, soy un desastre en casi todas las cosas, creo que no tengo ninguna habilidad más la que malgastar la vida de otros, de hecho soy bastante mediocre en todo, acabo de subir un pequeño video al facebook y lo primero que me han escrito , es que vaya mal pulso tengo…. Comienzo a escribir simplemente porque me encuentro en este momento, que no encuentro valentía para continuar luchando y soy cobarde para suicidarme.
Desde luego estoy perdida, no sé ni en qué momento abandoné el camino , si el camino era una nacional, una pista, un sendero o una autopista. Ojalá fuese un pequeño sendero, con el que encontrarme, rodeada de naturaleza y de animales. Creo que nada aporta más ganas de vivir que la propia vida, ver nacer una plantas, ver los terneros crecer, supongo que tener hijos transmitirá algo similar.
Ya que no dispongo de dinero para poder ir al Psicólogo y aún estoy esperando para el público, en el caso que en un momento heroico decida dejar de vivir, me gustaría dejar constancia de mi dolor para la gente que me rodeé entienda el motivo de mis actos.
Ojala la cabeza, fuese como ese dicho popular “ te falta un tornillo” , pudiésemos ir a la ferretería comprar uno, apretarlo y solucionado, pero no. Si miro atrás no encuentro ningún momento que me recuerde al gusto de la felicidad, no tengo en mi paladar esa sensación.
El día a día de un deprimido es como un día de invierno gris, que se hace de noche a las 5, achacas tu ausencia de vida social y de actividad al el frío o simplemente porque ya es de noche. Te encierras en una misma, tragas tu dolor que se cronifica y lo más duro de todo es que te hace peor persona. Odias ver gente feliz a tu lado, la desgracia ajena te calma. Han sido barbaridades las que he llegado a desear.
Creo que la escuela te enseña muchas cosas, pero no te enseña a ser feliz o al menos no a mí. No te enseña a superar tu frustración , a marcar tu propio camino, a buscar soluciones , tan solo te muestra y marca un camino de excelencia.
Cuando miro a mis padres veo en sus ojos el reflejo de mi fracaso, sé que ellos esperaban más de mí, ellos me lo dieron todo y yo siento su propia decepción,
Me gustaría pedir perdón a todo el mundo, sé que he sido mala amiga, mala hija y mala novia.
NO pude gestionar esta enfermedad, sin saber porque y aún sabiendo que lo estoy haciendo mal no puedo evitar aislarme, pasarme los días en la cama y esconderme de todo aquello un día me producía alegría. Siento miedo a ser feliz , ilusionarme y volver a recaer…”
Poco queda que añadir. Es normal que después de haber probado muchas cosas y ver que nada resulta uno se sienta indefenso pero hay que abrir una puerta a la esperanza, realmente se puede salir de esto, realmente puede mejorar la calidad de vida a personas, que como ella, están pasando situaciones parecidas, poco a poco, con los apoyos necesarios se puede ir hacia adelante y volver a disfrutar de la vida.
En la próxima entrada hablaremos de qué es el dolor crónico y cómo se puede abordar desde la Psicología.